Triunfo patriota en la Batalla de Ayacucho asegura el fin del dominio español en Sudamérica
Ayacucho, Perú, 9 de diciembre de 1824 – En un enfrentamiento decisivo para la historia de América Latina, las fuerzas patriotas lideradas por el general Antonio José de Sucre han vencido al ejército realista en la Batalla de Ayacucho, sellando así la independencia del Perú y el fin del dominio español en Sudamérica. Esta victoria corona años de esfuerzos independentistas impulsados por figuras como Simón Bolívar y José de San Martín, quienes buscaron liberar al continente de la colonia.
La batalla, que tuvo lugar en la Pampa de la Quinua, reunió a un ejército patriota de aproximadamente 5,700 hombres, compuesto por tropas de diversas naciones sudamericanas, como peruanos, colombianos, venezolanos, argentinos y chilenos, que se enfrentaron a un contingente realista de cerca de 9,000 soldados al mando del virrey José de la Serna. Aunque superados en número, las tropas patriotas lograron una victoria contundente gracias a la táctica impecable de Sucre, quien aprovechó el terreno y la disposición de sus tropas para mantener la ventaja.
Un momento crucial de la batalla se dio con la carga liderada por el coronel José María Córdoba, al grito de "¡División, avance!", que rompió las líneas enemigas. A este avance se sumó la decisión audaz del coronel Andrés Rázuri, quien desobedeció una orden de retirada para sostener su posición en un flanco en un momento crítico, lo que permitió mantener la presión sobre el ejército realista. Este tipo de decisiones fue determinante para consolidar el triunfo patriota.
Con la captura y rendición del virrey de la Serna, el ejército realista se desmoronó. Poco después, se firmó la Capitulación de Ayacucho, un acuerdo en el que los comandantes realistas accedieron a la retirada de todas las fuerzas españolas del Perú y de Sudamérica, reconociendo formalmente la independencia de la región.
Aunque la independencia del Perú se proclamó el 28 de julio de 1821, bajo la iniciativa de José de San Martín en Lima, gran parte del país continuó bajo control realista en las montañas y regiones del sur. Fue la visión estratégica de Bolívar, quien confió en Sucre para liderar el ejército patriota en el Perú, la que finalmente consolidó la independencia de Sudamérica.
Sin embargo, el sueño de Bolívar de un continente unido bajo una sola gran república no se concretó. Tras la independencia, las naciones sudamericanas pronto se vieron sumidas en conflictos internos y divisiones que hicieron imposible la unión que Bolívar anhelaba. Las nuevas repúblicas no sólo fracasaron en establecer una cohesión duradera, sino que muchas de las antiguas injusticias permanecieron o se profundizaron. Para las poblaciones indígenas, en especial, el fin del dominio español no trajo la libertad y justicia prometidas; en cambio, fueron sometidas a nuevas formas de explotación y marginación en los nacientes Estados. La desunión y las luchas internas que sobrevinieron a la independencia se convirtieron en un azote para estas comunidades, sumiéndolas en una situación de opresión y pobreza que contradijo las promesas de la gesta libertadora.
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