La exitosa marcha contra la delincuencia, ¿una nueva etapa o una excepción?

La marcha del 21 de marzo de 2025 en contra de la delincuencia ha sido la más grande en Lima desde las elecciones de 2021. De mi conteo hacia las 7pm, estaba entre 15 y 20 mil asistentes. Desde diciembre de 2022, cuando la coalición autoritaria del Congreso y Ejecutivo comenzaron a gobernar sin mayores contrapesos, ninguna movilización había tenido efecto sobre sus decisiones. Hoy, la sola amenaza de una movilización masiva forzó al Congreso a censurar al cuestionado ministro del interior. Por primera vez tuvieron que hacer lo que no querían. ¿Cómo se logró esto? ¿Es el inicio de una nueva etapa o una excepción?
¿Cómo se logró la primera marcha exitosa?
El detonante fue el asesinato de Paul “el ruso” Flores, un cantante de Armonía 10, una de las bandas de cumbia más emblemáticas del país. Su asesinato tiene un doble peso simbólico: el dolor colectivo por la muerte de un artista querido, del género musical que más une a los peruanos, y el miedo porque su vulnerabilidad amplifica la sensación de desprotección y descomposición social. Lo mataron extorsionadores, que también tienen amenazados a otros artistas. Por ello, por primera vez, siete bandas de cumbia convocaron a una movilización. Luego se ampliaron a 30 bandas de músicos. Todos ellos trabajan con radios, televisión y una red amplia de diversos artistas. Eso hizo distinta esta convocatoria: tuvo una difusión mucho más amplia que cualquier otra movilización.
Además, la demanda de seguridad no es solo compartida por artistas. Detrás del detonante está un problema que viene creciendo hace años. Los extorsionadores tienen amenazados a empresas constructoras, comerciantes, colegios, transportistas, bodegas y un largo etcétera. Los homicidios se han incrementado en 36.6% entre 2023 y 2024, y en lo que va del 2025 hay ya 475 homicidios, uno cada cuatro horas. La descarada ineficacia del ministro del interior, sospechoso de estar coludido con criminales, empujó a exigir su salida como primer paso para cambiar de rumbo. Y se logró incluso antes de que comenzara la marcha.
El Congreso temía la legitimidad y urgencia de la demanda de seguridad, que podría congregar una movilización distinta a las vistas desde 2022. Entre 2022 y 2023, las protestas contra el autoritarismo del gobierno-Congreso, por justicia para las víctimas de la represión, por la Asamblea Constituyente y/o nuevas elecciones eran también legítimas, pero en Lima movilizaron sobre todo a activismos de diversas organizaciones de izquierdas y partidos, colectivos y grupos de centro.
La represión y división (que incluyó múltiples desprecios y prejuicios) limitó una convocatoria más amplia; y luego la falta de efectividad y salidas concretas desanimaron incluso a los activistas. En 2024, las movilizaciones contra las extorsiones, lideradas por los transportistas, generaron paralizaciones importantes, pero no lograron movilizar mucho. Hubo solidaridad, pero faltaba el componente afectivo y mediático que generó el Ruso. Además, el gobierno-Congreso pudo dividirlas más fácilmente con el sambenito del terruqueo o la politización.
La marcha del 21M de 2025 logró lo que temía el Congreso. Las organizaciones sociales y políticas acompañaban, pero la marcha fue nutrida porque hubo gente no activista ni politizada. Gente que no escucharía a partidos, ni siquiera a organizaciones de derechos humanos o colectivos de artistas. Pero sí a sus músicos favoritos, a youtubers entretenidos, a comediantes, a conductores de programas matutinos o de cocina. En la marcha estuvieron los hermanos Yaipén, Leslie Shaw, Daniela Dancourt, Edwin Sierra, Carlos Alvarez, Zelma Galvez, Mauricio Mesones, Maria Pía Copello, Mario Hart, Maju Mantilla, Nelly Rosinelli, Javier Masías y un largo etcétera. Artistas que nunca han sido activistas.
De las marchas contra Boluarte y el Congreso en Lima, esta ha sido probablemente la que ha tenido mayor presencia juvenil. No solo las federaciones de universitarios comprometidos, batucadas feministas y sikuris, sino también muchos jóvenes no organizados, disfrazados de capibaras, con carteles divertidos. Un hombre araña, un elmo, un batman. Ese ánimo lúdico recordó a las marchas del estallido de 2020, contra Manuel Merino. Los jóvenes se quedaron arengando hasta tarde frente al Palacio de Justicia.
Por supuesto, también marcharon los transportistas y profesores de colegios extorsionados. Obreros de construcción civil que confrontan seudosindicatos de mafias asesinas. Y varios de estos grupos lideraron las movilizaciones en Tumbes, Piura, Sullana, Trujillo, Cajamarca, Chiclayo, Chimbote, Huancayo, Ayacucho, Arequipa y Tacna.
Es probable que el poder mediático de los artistas y la popularidad de la demanda por seguridad contuvieran la represión. La protesta fue eminentemente pacífica, sí. Pero entre 2022 y 2023 el 88.5% de las protestas del estallido fueron también pacíficas, e igual las reprimieron cruentamente. Esta vez, la ausencia de represión permitió un flujo permanente de participantes, que llegaron inclusive pasadas las 8pm.
Fue clave también la superación de las negativas a marchar con algunos grupos. En la noche previa a la marcha, los grupos de cumbia que convocaron a la protesta anunciaron que ya no marcharían por la politización de la marcha; es decir, por la participación de grupos de izquierdas y de centro contra el gobierno y Congreso.
Sin embargo, a las horas tuvieron que retroceder y confirmar su participación debido a una enorme presión en sus redes sociales. Posteriormente se sabría que el fujimorismo había intentado negociar apoyos especiales de seguridad a los grupos de música a cambio de no movilizarse. Dentro de la marcha, hubo rechazos a partidos que la gente vincula con el Congreso o con oportunismo. Por ejemplo, vi a señoras expulsando a militantes del Partido Morado, acusándolos de querer muertos -la narrativa de la mayoría en el Congreso. Sin embargo, al final los partidos marcharon a la cola de la movilización.
¿Una nueva etapa o una excepción?
La marcha fue muy diversa, con sectores que tienen objetivos políticos, económicos y culturales muy distintos. Empresarios musicales con activistas que piden una Asamblea Constituyente, Alfa y Omega con grupos anarquistas, periodistas y comunicadores con gente que cree que son prensa basura, castillistas con Carlos Álvarez. Hubo activistas que demandan una Asamblea Constituyente antineoliberal así se tengan que torcer procedimientos, y una ciudadanía que exige mano dura contra la delincuencia, al estilo Bukele. Es decir, no hay una convergencia pro-defensa de las instituciones democráticas.
Esa defensa de instituciones hay que construirla. El acuerdo mínimo debe ser frenar el avance de la arbitrariedad. Por ejemplo, marchando como hoy cuando se ponga en riesgo las instituciones que aún le hacen algo de contrapeso al gobierno-Congreso. Esto con miras a limitar las oportunidades para el crimen organizado y a proteger la integridad de las elecciones de 2026. Si la coalición autoritaria sigue favoreciendo el crimen y debilitando el estado, la ola de homicidios solo va a crecer. De otro lado, es normal tener distintos proyectos para el país y competir para poder implementarlos. Pero para ello, es requisito tener elecciones libres y justas. Sin esto, se consolida el poder de las mafias.
Pero, ¿quiénes van a construir ese acuerdo? ¿se pueden repetir marchas como las del 21M? Los peruanos repudian su clase política. ¿De dónde va a salir el liderazgo que defienda la democracia como condición necesaria para la competencia de proyectos políticos? Quizás lo más probable es que aparezcan líderes que defiendan una mano dura efectiva, es decir, un autoritarismo eficaz en seguridad. Improbable que se repitan marchas como las de hoy en defensa de la presidenta del Poder Judicial o de la autonomía del JNE. Hay una indignación menos popular con esos ataques.
Sin embargo, no son imposibles otros liderazgos y un esfuerzo efectivo por organizar la rabia e indignación. Hay un hartazgo ciudadano que está en ebullición por la situación límite en la que nos pone el gobierno-Congreso y hoy se ha demostrado/recordado que la calle puede ser efectiva.
La alineación de la inseguridad, tensiones dentro de la coalición autoritaria (con varios sopesando sus acciones en miras a elecciones), y convocatorias que no se pueden clasificar de caviares ni terrucas permite entender la vuelta de la ciudadanía a la calle.
El 21M demuestra que la coalición autoritaria no es invulnerable y puede retroceder. La estoica resignación al caos se está acabando y las movilizaciones vuelven a aparecer como opciones viables para fiscalizar. El 2026 existirá demanda y oferta populista, pero hay espacio para nuevos liderazgos y organización. Para ello, es fundamental que muchos ciudadanos comprendan que, al igual que los goles, la política la haces o te la hacen.
Comments