¿Hubiera sido mejor…?
La respuesta a la pregunta de si hubiera sido preferible tener elecciones el 2023 la tendremos, parcialmente, recién el 2026, salvo algún imponderable. Pero en la actualidad tenemos información que nos lleva a pensar que aun cuando implicaba muchos riesgos hubiera sido mejor convocarlas poco después de que asumiera Boluarte, como ella misma lo propuso.
La mayor parte de la legislación importante que ha aprobado el Congreso y promulgado el Ejecutivo es dañina. Resulta difícil encontrar algo rescatable en todas las barbaridades que ha pasado el Legislativo, incluida la bicameralidad, ya que ésta por sí sola no va a servir sino a los intereses de algunos de los actuales congresistas que han creado el Senado para postular. La afectación a la SUNEDU, el reingreso de los profesores desaprobados, las afectaciones a la economía, la del crimen organizado, el regresivo traslado de la investigación a la Policía, junto con otro significativo número de normas que afectan nuestra institucionalidad, nos dicen que hubiera sido mejor librarnos de estos congresistas y del Ejecutivo sometido y genuflexo.
Me dirán que es posible –como ha venido pasando en los últimos años– que los que hubiéramos elegido hubieran sido peores. Tengo que aceptar tal cosa, pero prefiero la duda a lo que estamos viendo en estos casi dos años. Considero que si el panorama era sombrío el 2023 lo está siendo cada vez más con las nuevas leyes.
Los congresistas han perdido la vergüenza y se justifican afirmando que fueron elegidos por determinado plazo y en que están liberados del mandato imperativo. En consecuencia –creen ellos– que pueden legislar a su saber y entender sin tener en cuenta que son nuestros representantes y están obligados a cumplir con nuestras exigencias. Para eso es que el Reglamento del Congreso creó la semana de representación. La liberación del mandato imperativo solo puede argüirse cuando se tiene que escoger entre lo local y lo nacional o se tiene una incompatibilidad ética.
Quizá pueda encontrarse alguna excepción adicional, pero en esencia los congresistas son nuestros representantes, a los que nosotros pagamos y tienen la obligación de cumplir con lo queremos. Esto es válido para cualquier cargo de elección popular en especial la presidencia de la república. El nivel de aprobación de los poderes Ejecutivo y Legislativo nos da una respuesta: lo único que no están haciendo es representarnos. Por el contrario, legislan para beneficio propio y de grupos de interés que presumiblemente los corrompen o de los que en realidad se sienten representantes.
Tengo que aceptar que los congresistas elegidos en los últimos años han sido cada vez peores, a pesar de que parecía que era imposible. Y ese era uno de los argumentos para esperar a que se cumpliera el período, pero el escenario que tendremos que enfrentar –producto de la ‘reformas’ realizadas por este congreso es cada vez peor.
Es más, hoy tenemos el riesgo de un gobierno autoritario. Cada vez hay más personas que creen que esa es la única solución, olvidándose que el poder corrompe y esa es una regla que no tiene excepciones. La tentación de conseguirnos un Bukele parecerá ridícula en pocos años. Verán en lo que terminará por convertirse.
¿Cuál es la solución? Para empezar, creo que no existe una inmediata como todos quisiéramos. La única vía es la creación de una institucionalidad que haga imposible lo que estamos viviendo. Y para eso, la formación de una burocracia profesional que convierta a los políticos en aves de paso es indispensable. La mejor receta para el desarrollo no es el simple crecimiento económico como algunos sostienen. Necesitamos instituciones y leyes que hagan imposible que ese crecimiento beneficie a unos pocos y no a todos o la mayor parte de peruanos.
Hemos desperdiciado un largo período de bonanza económica sin mejorar la salud y la educación pública, dos aspectos trascendentales del sector público. Tendríamos que haber seguido los modelos europeos y no el estadounidense. En los últimos años, también hemos permitido el crecimiento del crimen organizado, que parece ser aliado de varios de nuestros congresistas. No encuentro campo en el que podamos decir que hemos mejorado, salvo la reducción de la pobreza, que por cierto ha sido fundamental.
Por supuesto que siempre quedará la duda de lo que habría pasado si las elecciones hubieran sido el 2023. Sólo cabe especular al respecto, pero nos hubiéramos evitado toda la legislación promulgada desde que se vacó a Castillo y tenemos que reconocer que no ha sido solo mala, sino pésima. Son pocos los que tienen dudas al respecto y esos pocos son los beneficiados.
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