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Alberto Fujimori da golpe de Estado y cierra el Congreso





Lima, Perú, 5 de abril de 1992 — El presidente Alberto Fujimori, elegido democráticamente en 1990, ejecutó un golpe de Estado el 5 de abril de 1992, disolviendo el Congreso y suspendiendo la Constitución de 1979. Este acto dictatorial desató una profunda crisis política y social en el país. Fujimori, quien en sus primeros años de mandato fue visto como una figura de cambio, se ha alejado cada vez más de los principios democráticos que lo llevaron al poder, mostrando su verdadera cara como un autócrata en ascenso.


Detalles del golpe de Estado


A las 10:00 p.m. del 5 de abril, el presidente Fujimori apareció en cadena nacional para anunciar la disolución del Congreso y la creación de un nuevo gobierno de emergencia. Utilizando el pretexto de la "parálisis legislativa" y la necesidad de tomar medidas urgentes para combatir el terrorismo y la corrupción, Fujimori argumentó que la medida era necesaria para el bienestar del país. Sin embargo, sus acciones rápidamente fueron vistas como un asalto al sistema democrático, ya que el golpe fue ejecutado sin ningún mandato popular o institucional que lo respaldara. La suspensión de la Constitución y la convocatoria a nuevas elecciones congresales solo fueron una cortina de humo para consolidar aún más su poder.


La figura de Vladimiro Montesinos


Un elemento clave en el golpe de Estado fue la presencia de Vladimiro Montesinos, el asesor presidencial en temas de inteligencia, cuya influencia sobre Fujimori fue crucial para el éxito del golpe. Montesinos, un exmilitar con una carrera oscura en el servicio de inteligencia, se convirtió en el arquitecto oculto de las decisiones más controvertidas de la administración de Fujimori. Su control sobre los servicios de inteligencia del país, a través del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), le permitió manipular y controlar la información, y gestionar operaciones clandestinas que consolidaron aún más su poder.


Montesinos fue quien, en gran medida, permitió que Fujimori se mantuviera en el poder mediante una red de espionaje, manipulaciones políticas y operaciones de extorsión. A través de su influencia, se lograron acuerdos con sectores militares y policiales para garantizar el éxito del golpe. Su vínculo con el poder detrás de la cortina contribuyó a la implementación de políticas autoritarias, así como a la creación de un clima de miedo en el país, donde la oposición fue silenciada mediante tácticas de represión y espionaje.


Contexto


El golpe de Estado de Fujimori se produce en un contexto de creciente inestabilidad política en Perú. Desde su elección en 1990, Fujimori había enfrentado numerosos desafíos, tanto internos como externos. En su lucha contra los grupos insurgentes como Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), el país había sido testigo de violaciones a los derechos humanos y de una creciente militarización del Estado. La economía también estaba en crisis, con medidas de ajuste estructural que afectaron gravemente a la clase trabajadora y a las comunidades más pobres.


En este entorno de crisis, Fujimori, quien había llegado al poder como un outsider político, comenzó a implementar políticas autoritarias, y su relación con los medios de comunicación y la justicia se tornó cada vez más tensa. La disolución del Congreso y la concentración de poderes en la presidencia marcaron el punto culminante de un proceso en el que el presidente fue construyendo un régimen personalista que desbordó las fronteras de la democracia.


Reacciones y consecuencias


El golpe de Estado de Fujimori fue recibido con sorpresa y consternación por la sociedad peruana y la comunidad internacional. En las calles de Lima, las reacciones fueron mixtas: mientras algunos sectores apoyaban las medidas del presidente debido a su lucha contra la violencia y la corrupción, otros condenaban firmemente el ataque a la democracia. La respuesta de las fuerzas armadas y policiales fue rápida y decidida, mientras que la oposición política y los defensores de los derechos humanos denunciaron el golpe como un intento de instaurar una dictadura.


La reacción internacional también fue clara: gobiernos democráticos, especialmente en América Latina, rechazaron el golpe. Organismos como la Organización de Estados Americanos (OEA) y las Naciones Unidas expresaron su preocupación por la ruptura del orden constitucional en Perú. Sin embargo, la presión internacional no fue suficiente para detener a Fujimori, quien a pesar de la condena global, logró consolidar su poder durante varios años.


Impacto a largo plazo


El golpe de Estado de Alberto Fujimori, y la figura de Vladimiro Montesinos como su principal aliado en la sombra, dejaron una marca indeleble en la historia de Perú. Aunque el presidente logró estabilizar el país en términos de seguridad y economía, sus métodos autoritarios y el uso del aparato estatal para su propio beneficio empañaron su legado. El control sobre los medios de comunicación, las violaciones a los derechos humanos y la manipulación de las instituciones democráticas crearon un clima de desconfianza y polarización que aún persiste en la política peruana.


El objetivo del golpe de Estado ejecutado por Alberto Fujimori el 5 de abril de 1992 fue instaurar un gobierno autoritario que consolidara el poder presidencial a largo plazo, con el fin de implementar y profundizar políticas neoliberales en el país. Al disolver el Congreso y suspender la Constitución, Fujimori buscaba eliminar cualquier obstáculo institucional que pudiera frenar sus reformas económicas y sociales, las cuales favorecían la apertura de mercados, la privatización de empresas estatales y la desregulación de sectores clave de la economía. Este golpe no solo significó un quiebre con la democracia, sino también una estrategia para garantizar la estabilidad de su gobierno y asegurar la continuidad de un modelo económico que, aunque promovía el crecimiento en ciertos sectores, también generaba desigualdad y pobreza para amplias capas de la población.

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