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¿Adiós capitalismo, bienvenido tecnofeudalismo?




Las nuevas realidades traen nuevos conceptos. Mucho más, cuando el ámbito tecnológico está transformando radicalmente la manera en que interactuamos con el mundo, impulsando cambios significativos en la economía, la sociedad y la vida cotidiana. Tras la crisis del 2008, durante la pandemia y las guerras actuales, la escena contemporánea se presente más incierta. Sin embargo, investigadores y científicos sociales como Yanis Varoufakis y Cedric Durand, están intentando ponerle nombre a las “nuevas cosas”; crear nuevos conceptos para orientar nuestra experiencia en este extraño y fascinante mundo.


El tecnofeudalismo es un concepto que describe una nueva estructura socioeconómica emergente, caracterizada por la concentración de poder y recursos en manos de grandes corporaciones tecnológicas, conocidas como las Big Tech. Este término, acuñado por los economistas Cédric Durand (1975) y Yanis Varoufakis (1961), sugiere que estamos asistiendo a una transformación del capitalismo hacia un sistema que comparte similitudes con el feudalismo histórico. En este nuevo sistema, las grandes empresas tecnológicas, como Amazon, el conglomerado Musk, Apple, Google, Pay Pal, y Meta, etc., controlan los "territorios digitales" esenciales, como los datos y las plataformas en línea, que son fundamentales para la economía moderna.


A diferencia del capitalismo tradicional, donde el valor se generaba principalmente a través de la producción de bienes y servicios, en el tecnofeudalismo los usuarios contribuyen al capital simplemente al interactuar con estas plataformas, a menudo sin recibir una compensación justa por su trabajo. Este modelo crea una dependencia directa de los usuarios hacia estas corporaciones, que operan como intermediarios en casi todas las actividades digitales, desde la comunicación hasta el consumo. 


En el tecnofeudalismo, los individuos dependen de plataformas digitales para realizar actividades cotidianas, como comunicarse, trabajar y consumir. Esta dependencia limita la autonomía personal, ya que las opciones disponibles están dictadas por las decisiones y algoritmos de estas corporaciones, lo que puede restringir la libertad de elección. Asimismo, las grandes empresas tecnológicas ejercen un control significativo sobre la información que los usuarios reciben. Esto no solo afecta la percepción del mundo, sino que también influye en las opiniones y decisiones políticas.


La manipulación de la información puede llevar a una forma de dominación que socava la capacidad de los individuos para tomar decisiones informadas. Esto implica que los usuarios a menudo entregan su privacidad y datos personales a cambio de servicios gratuitos. Sin embargo, este intercambio no es equitativo; las corporaciones generan enormes beneficios a partir de la información recopilada sin compensar adecuadamente a los usuarios. Esto crea una sensación de despojo y vulnerabilidad, y a en última instancia, de sumisión.


Dos versiones de tecnofeudalismo


En su libro, “Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo” (2024), el célebre economista griego, Yanis Varoufakis, argumenta que los pilares tradicionales del capitalismo —el mercado y el beneficio— han sido sustituidos por la extracción de rentas. En este nuevo sistema, las grandes corporaciones tecnológicas actúan como "señores feudales", controlando plataformas digitales y datos, mientras que los usuarios se convierten en "siervos" que generan valor sin recibir compensación justa por su trabajo. De ahí que el tecnofeudalismo se caracteriza por una concentración extrema de poder en manos de unas pocas empresas tecnológicas, que él denomina "nubelistas".


Estas compañías, como Amazon y Google, monopolizan el acceso a servicios esenciales y controlan la infraestructura digital, lo que limita la competencia y la innovación en el mercado. De este modo, los “nubelistas” estarían actuando en contra del libre mercado, sin proponérselo. Y, desde esa posición, a un largo plazo, llevarían a una crisis final al capitalismo. 


Sin embargo, el economista griego considera que, en nuestros días, los “nubelistas” aún mantienen una relación tensional con el capitalismo tradicional. El tecnofeudalismo representa un cambio significativo, pero sigue dependiendo de este capitalismo para su funcionamiento. Las empresas tecnológicas necesitan de la producción física y los bienes manufacturados para operar, lo que crea una relación que va desde lo parasitario hasta lo conflictivo, entre ambos sistemas. Pero los “señores tecnofeudalistas” no solo establecen relaciones tensionales con el capitalismo conocido. Un rasgo evidente son las vinculaciones que establecen con el poder político.


A diferencia del capitalismo clásico, donde la competencia era fundamental, el tecnofeudalismo depende del poder político y de las estructuras monopolísticas que éste le ofrece para mantener su dominio. Esto implica que las grandes corporaciones tecnológicas pueden influir en las políticas públicas a su favor. 


¿Tendría vida corta el tecnofeudalismo, según Varoufakis? El economista griego no ofrece una visión optimista sobre la posibilidad de que el tecnofeudalismo llegue a su fin. En sus reflexiones, destaca que este sistema es parasitario, dependiendo aún del antiguo capitalismo para su funcionamiento. Esto crea una relación inestable y contradictoria, lo que podría llevar a crisis más profundas en el futuro. Varoufakis sugiere que, al igual que el feudalismo dependía de la agricultura y otros sectores económicos, el tecnofeudalismo necesita seguir extrayendo valor del capitalismo tradicional para sobrevivir. 


Una posición crítica y similar sobre el tecnofeudalismo, la tiene Cédric Durand. Economista y profesor en la Universidad de París XIII, es otro de los teóricos que ha contribuido significativamente al desarrollo del concepto de tecnofeudalismo. En su obra Tecnofeudalismo. Crítica a la economía digital (2020), Durand argumenta que estamos observando una transformación del capitalismo neoliberal hacia un sistema que presenta características feudales, donde el poder económico se centraliza en unas pocas corporaciones tecnológicas. En su visión, las grandes empresas tecnológicas han alcanzado una posición dominante no solo en términos económicos, sino también en el control de la información y la tecnología. Esto les otorga una capacidad sin precedentes para influir en la sociedad, similar a la de los señores feudales sobre sus siervos. 


En su análisis crítico, Durand destaca que el tecnofeudalismo crea una dependencia análoga a la del feudalismo clásico, donde los usuarios (siervos) dependen de las plataformas (señores) para diversas actividades cotidianas. Esta dependencia se traduce en un control social significativo, donde las decisiones y comportamientos son moldeados por algoritmos y políticas corporativas. Esta situación económica, estaría creando las condiciones para una nueva forma de concebir la política. De ahí que advierta que esta transición hacia el tecnofeudalismo implica una regresión política y social, caracterizada por una disminución de la movilidad social y económica. La concentración de poder en manos de unas pocas entidades limita las oportunidades para nuevos actores y restringe la innovación, creando barreras para pequeñas empresas y emprendedores.


¿Tecnofeudalismo y el ocaso de la democracia?


La concentración del poder en manos de unas pocas empresas tecnológicas presenta una amenaza directa a los principios democráticos. La manipulación de la información y el control sobre lo que los ciudadanos ven y comparten pueden erosionar la soberanía popular. Varoufakis advierte que este control sobre la información es tan valioso hoy como lo fue la tierra en el pasado feudal. Las decisiones políticas y sociales son cada vez más mediadas por algoritmos que determinan nuestras percepciones del mundo, lo que puede llevar a un sistema posdemocrático donde el poder político tradicional es reemplazado por el control privado. En efecto, según el sociólogo Colin Crouch (1944), la sociedad postdemocrática se describe como un estado en el que, aunque las instituciones democráticas siguen existiendo (elecciones, libertad de expresión), su funcionamiento real se ha debilitado. Esto se traduce en una creciente desconexión entre los ciudadanos y las élites políticas, donde las decisiones cruciales son tomadas por una pequeña élite que opera fuera del control democrático.


El inmenso poder económico de los “señores tecnofeudales”, les confiere una enorme influencia sobre la esfera política, contribuyendo a la erosión vertiginosa de las prácticas y motivaciones democráticas. A medida que estas corporaciones controlan lo que se ve y se comparte, tienen un impacto directo en la opinión pública y en las decisiones políticas. Esto incide sobre el distanciamiento y desinterés de las grandes mayorías, conduciendo a nuevos imaginarios políticos postdemocráticos. 


Las ideas de un señor tecnofeudal contra la democracia


Peter Thiel (1967), cofundador de PayPal y Palantir, es una figura influyente en Silicon Valley y un empresario controvertido que ha expresado opiniones que ponen en tela de juicio la compatibilidad entre la libertad económica y la democracia. Su visión del mundo, marcada por un libertarismo radical, ha suscitado debates sobre el futuro de las instituciones democráticas en el contexto de un capitalismo cada vez más monopolizado por los “nubelistas”.


Este empresario, ha declarado abiertamente que la libertad y la democracia no son compatibles.  Su afirmación refleja la creencia de que el capitalismo, en su forma actual, se encuentra en conflicto con los principios democráticos. Según él, el progreso tecnológico y la innovación son esenciales, pero estos a menudo se ven obstaculizados por fuerzas políticas que buscan regular o limitar los mercados libres. En este sentido, Thiel argumenta que las grandes innovaciones históricas han sido impulsadas por estructuras organizativas similares a monarquías absolutas o monopolios, donde el control centralizado permite una mayor eficiencia y desarrollo. Sin proponérselo, las ideas de Thiel son más tecnofeudales que liberales. Pues pondera el poder de los nubelistas – como él-, sobre las posibilidades de organización y deliberación de los ciudadanos. 


La perspectiva contradictoria de Peter Thiel sobre la relación entre libertad y democracia, junto con su apoyo a estructuras monopolísticas, plantea desafíos significativos para el futuro democrático. A medida que las corporaciones tecnológicas continúan expandiendo su influencia, es crucial considerar cómo estas dinámicas afectan no solo la economía, sino también las instituciones democráticas fundamentales. La tensión entre innovación y regulación, así como entre poder corporativo y participación ciudadana, será central en el debate sobre el futuro de la democracia en el siglo XXI y XXII. Por muchas razones, desde el Perú, es fundamental reflexionar sobre esta situación que también tendrá consecuencias sobre la política y democracia peruanas en lo que queda del siglo. 


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